22/12/2019: Tutazá – Betéitiva – Corrales – Sogamoso – Pesca – Toca – Chivatá – Soracá – Ventaquemada. Distancia de 173.03 km con desnivel positivo de 4.002 m.
Hasta pronto, fría, remota, linda y hospitalaria Tutazá.
Hacía frío y la jornada iniciaba con un descenso desde Tutazá para luego, a los 8 km, el temido Alto del Chulo. Era cierta mi visión: sería el más difícil de los 4 días. Pendientes superiores al 15% en un eterno recorrido de 6 km.
Alto El Chulo, paso obligado y muy difícil entre Tutazá y Betéitiva. El más difícil de este viaje.
Betéitiva, el pequeño logro más grande del día.
Pasado este reto, vendría un vertiginoso y abismal descenso a Betéitiva; la llegada a este municipio fue bastante gratificante dado lo difícil que fue la subida al Chulo y lo cuidadosa que fue la bajada. Proseguí hacia Corrales donde tomé un exquisito café y donde un experimentado y muy repuesto ciclista me sacó de dudas frente a la ruta que me esperaba y me recomendó poner aceite a la cadenilla porque o si no “la cadena se le come el plato”. El lector que entiende estos términos, entenderá mi descuido y también agradecería a aquel buen hombre.
Un buen café en Corrales. La iluminación navideña acá es espectacular (de noche, por supuesto 😓).
Atravesé Sogamoso hacia Pesca, donde iniciaría el ascenso más largo de todo el viaje. Allí había un evento ciclístico y me crucé con Nairo Quintana y con Winner Anacona; en bicicleta por Boyacá he tenido varias veces el gusto de encontrarme en ruta con estos históricos ciclistas.
La próspera oficina de Seguros Beta 💙 en Sogamoso.
Desde Pesca inicié la subida al bello Páramo de La Cortadera, larga pero amigable; llegar al páramo fue el gran logro del día y constituyó el punto de inflexión de esta travesía de 4 días, dado que al descenso estaría ya en tierras bastante familiares para mí.
Páramo La Cortadera. Largo pero pedaleable ascenso desde Pesca.
El clima de esta región.
La duda allí me aquejaba: eran las 3:30 pm en Soracá y oscurecía por ser un día lluvioso y lo más sensato era encontrar hotel en dicho municipio. Pero no, no me resigné, sentía fuerza en las piernas y ganas de seguir, por ello me propuse terminar en Ventaquemada, sabiendo que probablemente iba a tener que usar por primera vez en tres días el impermeable y las luces. Llovió bastante hasta un par de kilómetros antes de mi destino donde, como mensaje divino y de buena voluntad, ya no llovía y encontré almuerzo y hotel de inmediato, sin tener que dar más pedalazos.
Ventaquemada. Todo sea por esta recompensa.
Fue una etapa histórica para mí: 173 km, la más larga que he hecho, y 4.000 m de desnivel positivo, algo salvaje para mí. Además, cerca de 5.000 calorías quemadas. Hermoso día para mis recuerdos.
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